Digo yo, no?
Digo, no tienen porqué gustarme los chicos dulces y cariñosos, que son atentos desde el momento cero y poetizan hasta la frase con que le piden una cerveza más a la camarera.
Digo, si casi no me conocés, por qué tanto despliegue de amabilidad? Mirá que capaz después nos ponemos mas cotidianos e íntimos y te das cuenta de que no pago todo ese derroche de caballerosidad.
Digo, me parece que soy un bicho jodido al que sólo le temblequean las rodillas cuando escucha frases que, a mis jodidos ojos y oídos, son brillantemente inteligentes.
En los primeros tiempos, ni desayunos en la cama, ni agarraditas de mano, ni halagos difíciles de asimilar. Nada más pido que me hagan reír un rato, que me saquen un par de carcajadas, no es tan complicado.
Que entienda que la mitad de las cosas que digo fueron dichas sin pensar. Que me refute y me haga trastabillar el discurso que suelo tener armadito en la punta de la lengua. Que las cosas se pongan melosas después de un largo tiempo, que al principio todo sea puro sarcasmo y risas. Que el sentimiento aparezca solito, cuando se le cante, que no lo anunciemos con gestos cursis. Que sin darme cuenta, una mañana me despierte abrazándolo y me asuste un poco. Que no tenga que andar explicándome constantemente, que entienda que no tengo ni la más pálida idea de nada y se ría de eso. Que miremos películas tontas con muchas galletitas a mano y tengamos intervalos de sexo tranquilo pero divertido.
Digo, capaz todo mi juego de reglas es parte de mi mecanismo de defensa.
Digo, capaz mi mecanismo de defensa ya se hizo carne con mi espíritu y ya no hay vuelta atrás.
Digo, no puedo estar más que chocha con mi mecanismo de defensa.
Digo, si casi no me conocés, por qué tanto despliegue de amabilidad? Mirá que capaz después nos ponemos mas cotidianos e íntimos y te das cuenta de que no pago todo ese derroche de caballerosidad.
Digo, me parece que soy un bicho jodido al que sólo le temblequean las rodillas cuando escucha frases que, a mis jodidos ojos y oídos, son brillantemente inteligentes.
En los primeros tiempos, ni desayunos en la cama, ni agarraditas de mano, ni halagos difíciles de asimilar. Nada más pido que me hagan reír un rato, que me saquen un par de carcajadas, no es tan complicado.
Que entienda que la mitad de las cosas que digo fueron dichas sin pensar. Que me refute y me haga trastabillar el discurso que suelo tener armadito en la punta de la lengua. Que las cosas se pongan melosas después de un largo tiempo, que al principio todo sea puro sarcasmo y risas. Que el sentimiento aparezca solito, cuando se le cante, que no lo anunciemos con gestos cursis. Que sin darme cuenta, una mañana me despierte abrazándolo y me asuste un poco. Que no tenga que andar explicándome constantemente, que entienda que no tengo ni la más pálida idea de nada y se ría de eso. Que miremos películas tontas con muchas galletitas a mano y tengamos intervalos de sexo tranquilo pero divertido.
Digo, capaz todo mi juego de reglas es parte de mi mecanismo de defensa.
Digo, capaz mi mecanismo de defensa ya se hizo carne con mi espíritu y ya no hay vuelta atrás.
Digo, no puedo estar más que chocha con mi mecanismo de defensa.
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