Receta
Pongo medio paquete de lentejas en remojo y me voy a hacer una siesta.
Me levanto y voy para la cocina.
Pelo 2 cebollas y las corto chiquititas y prolijas, como ya es costumbre. Convierto medio morrón rojo en juliana. Agarro unos dientes de ajo y los machaco. Pongo a hervir las lentejas. Saco la carne cortada en cubos (gentileza del carnicero amigo) de la heladera y la pongo a sellar en una ollita. Miro como la carne se va empequeñeciendo y le tiro las cebollas y el morrón encima. Un poco de sal y otro rato de observación. Voy pelando unas papas por mientras. Casi que me corto un dedo, el pelapapas de casa sigue siendo para diestros, no puedo hacer que el filo esté de mi lado. La carne ya se redujo a la mitad de su tamaño original y la cebolla está transparente. Agrego los ajos y me dejo un pedacito crudo para mí. Hoy como sola, me puedo dar el lujo de tener el aliento que se me cante.
Busco el sacacorchos y me aventuro a abrir el vino. Soy desastrosa descorchando, siempre tardo una eternidad... Los astros están de mi lado esta noche, en unos segundos tengo mi copa casi llena.
Abro con una tijera la caja de puré de tomates y echo el contenido en la ollita de la carne y la cebolla. Tapo y espero apoyada en la mesada, tarareando Dancing queen.
Chequeo y las lentejas ya están listas. Apago la olla de la carne y meto todo con las lentejas, papas en cubitos incluídas. Hierve y hierve...
Si uno lo mira objetivamente, tiene un aspecto espantoso, una sustancia amarronada donde flotan cositas difíciles de identificar en constante movimiento. Me tiene sin cuidado, si hay algo que sé hacer, son los guisos de lentejas.
Pincho una papa con el tenedor. Ya está blandita. Apago el fuego y saco el pimentero de la alacena. Echo mucha pimienta y le doy un sorbo al vino.
Sirvo en un plato y voy para el living. Pongo la peli que alquilé y pruebo el primer bocado. Buenísimo, como siempre.
Me encantaría tenerlo acá al lado para que disfrutara conmigo. Le encantaban los guisos de lentejas. Una pena. Lo extraño. Mucho.
Me levanto y voy para la cocina.
Pelo 2 cebollas y las corto chiquititas y prolijas, como ya es costumbre. Convierto medio morrón rojo en juliana. Agarro unos dientes de ajo y los machaco. Pongo a hervir las lentejas. Saco la carne cortada en cubos (gentileza del carnicero amigo) de la heladera y la pongo a sellar en una ollita. Miro como la carne se va empequeñeciendo y le tiro las cebollas y el morrón encima. Un poco de sal y otro rato de observación. Voy pelando unas papas por mientras. Casi que me corto un dedo, el pelapapas de casa sigue siendo para diestros, no puedo hacer que el filo esté de mi lado. La carne ya se redujo a la mitad de su tamaño original y la cebolla está transparente. Agrego los ajos y me dejo un pedacito crudo para mí. Hoy como sola, me puedo dar el lujo de tener el aliento que se me cante.
Busco el sacacorchos y me aventuro a abrir el vino. Soy desastrosa descorchando, siempre tardo una eternidad... Los astros están de mi lado esta noche, en unos segundos tengo mi copa casi llena.
Abro con una tijera la caja de puré de tomates y echo el contenido en la ollita de la carne y la cebolla. Tapo y espero apoyada en la mesada, tarareando Dancing queen.
Chequeo y las lentejas ya están listas. Apago la olla de la carne y meto todo con las lentejas, papas en cubitos incluídas. Hierve y hierve...
Si uno lo mira objetivamente, tiene un aspecto espantoso, una sustancia amarronada donde flotan cositas difíciles de identificar en constante movimiento. Me tiene sin cuidado, si hay algo que sé hacer, son los guisos de lentejas.
Pincho una papa con el tenedor. Ya está blandita. Apago el fuego y saco el pimentero de la alacena. Echo mucha pimienta y le doy un sorbo al vino.
Sirvo en un plato y voy para el living. Pongo la peli que alquilé y pruebo el primer bocado. Buenísimo, como siempre.
Me encantaría tenerlo acá al lado para que disfrutara conmigo. Le encantaban los guisos de lentejas. Una pena. Lo extraño. Mucho.
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